Los europeos trabajan menos, toman vacaciones más largas y se jubilan temprano. Los estadounidenses están dispuestos a soportar los altibajos, las quiebras y los períodos de desempleo como una parte necesaria de una economía de mercado. Los europeos tienden a mantener el mismo trabajo durante la mayor parte de su vida, los estadounidenses cambian de trabajo con frecuencia. Los europeos consideran inaceptable cualquier recorte en el tamaño del estado de bienestar. Los estadounidenses ven los aumentos de impuestos como un mal a evitar a toda costa. Los europeos ven la desigualdad como un problema importante. La desigualdad en los Estados Unidos está en aumento, pero los estadounidenses parecen estar dispuestos a vivir con ello.
Así empieza The Future of Europe, del eterno candidato a Nobel de Economía Alberto Alesina (que según Wikipedia “almost single-handedly established the modern field of political economy”) y Francesco Giavazzi.
Con este post tengo un único objetivo: hacerte leer el libro. Escrito en 2008, está de plena actualidad. Es más, pese a que los autores son bastante pesimistas creo que estamos peor de lo que ellos vaticinaban.
El libro es brutalmente honesto y directo. Nada de los tecnicismos y mojigaterías que solemos encontrar en los textos académicos. No por esto es menos riguroso ni menos cierto, de hecho diría que todo lo contrario. Justamente porque expone con claridad los problemas de Europa es que podemos pensar bien sobre ellos.
Alesina reconoce que parte de las diferencias entre EEUU y Europa son culturales. Si en Europa trabajamos menos es porque así lo queremos, así que no hay problema. Pero este enfoque tiene dos problemas. Primero, no somos conscientes de todos los pros y contras (sobre todo los contras) que tiene el modelo Europeo y creemos que en el futuro vamos a poder seguir comprando los mejores bienes y servicios del mundo con nuestra raquítica economía. Y por si esto fuera poco debemos sumar que parte de las diferencias se explican no por cultura sino por la captura regulatoria de grupos de interés, desde PYMES hasta sindicatos pasando, como no, por trabajadores públicos.
Los autores son claros: Europa no debe imitar a EEUU al completo, pero sí parecerse más a él. Las ideas de “tercera vía” sólo son ruido.
¿Estamos entonces diciendo que hay una "tercera vía" entre el modelo estadounidense y el modelo europeo? No, o al menos no en la forma común en la que esto se entiende. […]
Pero, aparte de respaldos vacíos y algo superficiales de un modelo u otro, nuestra opinión es que Europa debería adoptar reformas a gran escala que harían que sus mercados y sus instituciones (como universidades y bancos) se parezcan mucho más a los de los Estados Unidos de lo que son ahora; por supuesto, estas reformas no requieren la adopción de cada aspecto del sistema de bienestar estadounidense, por ejemplo. La lección más importante que los Estados Unidos puede darle a Europa es la creencia de que las personas responden a incentivos y que la mayoría de las veces los mercados funcionan, o al menos funcionan mejor que cualquier otro mecanismo.
O expuesto de una manera mucho más directa:
A menudo, los europeos que se preocupan por los problemas de Europa responden proponiendo una larga lista de políticas muy detalladas. A menudo, piden más gasto público en infraestructura, educación, políticas industriales y apoyo a las áreas deprimidas. Nuestra opinión es diferente. Europa no necesita más dinero público en una multitud de programas. Europa necesita reformas que creen incentivos y hagan que su gente esté dispuesta a trabajar duro y por más tiempo, asumir riesgos e innovar.
Europa necesita más competencia, no más infraestructuras públicas. Las universidades europeas necesitan más "incentivos de mercado", no más dinero público. Las empresas europeas necesitan impuestos más bajos, mercados laborales menos regulados y mercados de productos que funcionen mejor, no más subsidios y protección. Esto no significa que Europa simplemente deba adoptar todo el modelo estadounidense. De hecho, hay aspectos del estado de bienestar europeo que son eficientes y deben ser preservados.
Pero, con demasiada frecuencia, los beneficios para los insiders sobreprotegidos tienen prioridad sobre las necesidades del público en general y, en particular, a costa de la generación más joven.
Si esto no os ha dado ganas de leer el libro yo ya no sé, pero en cualquier caso dejadme presentaos algunos de los puntos y argumentos más relevantes de la primera mitad del libro.
El gasto social
Europa tiene Estados mucho más grandes que EEUU y dedican una parte mayor de su pib al gasto social:
No obstante, echadle un ojo ahora a este gráfico, donde vemos la redistribución neta (ayudas y servicios públicos recibidos menos impuestos pagados):
Este punto no sale explícitamente en el libro, pero me parece relevante. EEUU ha conseguido crear un 10% de la población tan, tan rico que puede usar una parte muy pequeña de sus abultados ingresos para redistribuir riqueza multiplicando por 3 el beneficio que se lleva el 50% más pobre respecto a los países de la Europa Occidental, todo ello sin apenas dañar su crecimiento.
Esto no siempre ha sido así, hace 150 años EEUU y Europa tenían un gasto público bastante similar:
Pero mientras que EEUU ha sido una sociedad multiétnica con bastante movilidad social, la mucho más homogénea Europa ha combinado periodos de estancamiento (y guerra) con una gran difusión de ideas marxistas. Así,
la Constitución estadounidense, aunque enmendada y modificada, sigue siendo el documento redactado hace casi 250 años por un grupo de hombres blancos y ricos. Las constituciones europeas que están vigentes hoy en día fueron escritas en el siglo XIX, a menudo en tiempos de agitación y por asambleas nacionales con representación de partidos marxistas. Ciertamente, son diferentes de la Constitución estadounidense en su énfasis en los derechos sociales y en el grado de protección de los derechos de propiedad.
Un punto relevante: los países más étnicamente homogéneos redistribuyen más riqueza. Esto también ocurre dentro de cada país (en EEUU se ve muy bien con el porcentaje de negros):
Pero esto explica, en parte, las diferencias culturales y de preferencias políticas. ¿En qué afectan estas diferencias a los europeos? En un momento iremos viendo algunos temas concretos, pero antes quiero que os fijéis en dos puntos que están completamente de moda hoy (recordemos que el libro es del 2008) como son la insostenibilidad de las pensiones y la presión migratoria, no precisamente de ingenieros altamente cualificados:
¿Existen presiones sobre el sistema de bienestar europeo para volverse más parecido al sistema estadounidense? Hasta cierto punto, sí. Una de ellas es la presión demográfica. Los sistemas de pensiones europeos están en gran peligro de insolvencia debido a las tendencias demográficas de menores tasas de natalidad y aumento de la esperanza de vida. Un segundo elemento, menos obvio, que en la próxima década podría influir mucho en el futuro del estado de bienestar europeo tiene que ver con la inmigración y la diversidad racial en Europa. La Europa continental ya se está volviendo, y se volverá más, étnicamente mixta a medida que lleguen más recién llegados de Europa del Este y del mundo en desarrollo.
Según nuestra discusión anterior, esto puede ejercer cierta presión sobre el estado para recortar el bienestar. No pasará mucho tiempo antes de que incluso los partidos conservadores más respetables de Europa intervengan con retórica sobre extranjeros que vienen a aprovecharse de los impuestos de sus ciudadanos. En pocas palabras, a medida que los europeos de clase media comiencen a reconocer que una buena parte de sus pobres son inmigrantes recientes, su arraigada creencia en la virtud del estado de bienestar comenzará a desmoronarse. Hoy en día, incluso la intelectualidad de izquierda europea asocia abiertamente el crimen y la miseria urbana con la inmigración. El paso de allí a lamentar los altos impuestos gastados en bienestar para los inmigrantes es corto.
Y dejadme hacer un inciso aún mayor sobre esto último:
El tamaño de la migración hacia Europa Occidental puede volverse gigantesco, y la inmigración será una de las preguntas importantes para Europa en la próxima década, si no el tema más importante.
Las horas de trabajo
Los americanos trabajan muchas más horas que los europeos. A cambio, claro, son más ricos (también serían más ricos si trabajaran las mismas horas). en concreto, un francés trabaja 6 semanas menos que un gringo. Un sueco, unas 10 (!!).
¿Es porque los europeos prefieren disfrutar de las vacaciones?
Quizás, pero antes de sacar conclusiones, dos datos. Número uno, hay una relación muy clara entre horas trabajadas y tipo marginal del IRPF. Obvio, si te llevas menos parte del bizcocho que cocinas pues dejas de cocinar bizcocho. El Nobel Edward Prescott, de hecho, estimó que los impuestos explicaban prácticamente toda la diferencia entre las horas trabajadas.
Pero hay más. El 80% de esta brecha corresponde a regulaciones. Leyes que te obligan a tomarte más vacaciones.
Esto tiene una implicación clara. Los americanos trabajan mucho, sí, pero pueden elegir no hacerlo en cualquier momento. Dentro de América se puede vivir a la europea. Un europeo no puede decir lo mismo.
Pero tampoco pensemos que estas leyes son fruto únicamente de preferencias agregadas (en cuyo caso lo pasaríamos mal por los pocos europeos con mentalidad americana, pero ya está). No. Son fruto de lobbies y mala teoría económica:
Los sindicatos parecían creer (o al menos esa era su retórica) que una economía solo puede proporcionar un número fijo de horas para ser divididas entre los trabajadores. Al compartir esta cantidad de trabajo entre más personas, se podría reducir el desempleo. Trabajar menos, trabajar todos, precisamente. Pero, ¿por qué eligieron los sindicatos esta estrategia? Una explicación es que, en respuesta al shock de principios de los años setenta, los sindicatos lucharon por retener a los miembros en industrias en declive protegiéndolos de los despidos. Así, presionaron por políticas de reparto de trabajo y, al mismo tiempo, exigieron igual salario por menos horas.
El aumento en los salarios por hora llevó a un incremento en los costos laborales y, por lo tanto, a una reducción en la demanda de trabajo, lo que aumentó el desempleo y redujo aún más el total de horas trabajadas. Los sindicatos también tuvieron mucha influencia en el aumento del tamaño de los sistemas de pensiones y la reducción de la edad promedio de jubilación. Este efecto es particularmente fuerte en Italia, donde una fracción especialmente baja de personas mayores (mayores de 55 años) está en la fuerza laboral. En algunos países, las generaciones más jóvenes permanecen en la escuela por más tiempo, retrasando su entrada en la fuerza laboral. Los sindicatos también pueden ser responsables de esta tendencia, ya que a menudo se han opuesto a los contratos laborales temporales y más flexibles que podrían ayudar a los trabajadores más jóvenes y menos calificados a ingresar a la fuerza laboral. ¿Por qué? La respuesta es simple. Los sindicatos están dirigidos por trabajadores mayores e incluso por jubilados. Están más interesados en proteger esas categorías, afectando sus propios intereses, que en cualquier cohorte más joven de trabajadores.
Y no puedo sino citar el párrafo final del capítulo. Sé que este post tendrá mucho texto, pero creedme que merece la pena:
¿Qué pasará con los europeos que eligen trabajar cada vez menos, jubilarse temprano, evitar el trabajo, aumentando así los impuestos que financian un costoso estado de bienestar y optando por políticas que desalientan la innovación e impiden la productividad? Se volverán cada vez más pobres en comparación con las sociedades que trabajan más arduamente. Mientras esto se entienda bien... ¡Europa, disfruten de sus vacaciones!
(des)Empleo
Europa tiene pánico a los despidos. Durante la crisis, los sindicatos españoles hicieron lobby para que despedir fuera ilegal. Como resultado, las empresas prefirieron cerrar (y echar a la calle a toda la plantilla) en vez de despedir a un tercio del plantel, reformarse, crecer, y volverlos a contratar cuando las cosas se calmaran. Y hay casos fuera igual de sangrantes:
En Francia, por ejemplo, los jueces dictaminan rutinariamente en contra de cualquier despido justificado por la necesidad de mejorar la rentabilidad de la empresa. Es decir, aumentar la eficiencia no se considera una justificación aceptable para reducir el empleo en una empresa. En Italia, cuando se trata de proteger a los empleados contra el despido, el notoriamente lento sistema judicial se vuelve de repente muy rápido y eficiente, y muchos trabajadores son reinstalados rápidamente en sus puestos.
Y este problema, al igual que el de las pensiones, afecta especialmente a los más jóvenes (además recordemos que los sindicatos están dirigidos por y para viejos y sus negociaciones están pensadas para beneficiarles a ellos):
Curiosamente, el desempleo en Italia ha estado disminuyendo en los últimos años (del 11 por ciento a mediados de la década de 1990 al 7,7 en 2005) a pesar del bajo crecimiento del PIB. Gran parte de este aumento en el empleo se debe a estos nuevos contratos: por cada trabajo tradicional (es decir, un empleo permanente regido por las antiguas reglas rígidas) hay siete nuevos contratos temporales.
El problema de esta reforma es que ha creado un sistema de dos niveles de trabajadores: aquellos con contratos "estándar" súper protegidos y los no protegidos, que ahora han alcanzado el 15 por ciento del empleo total.
En EEUU es mucho más fácil despedir, y por esa misma razón es mucho más fácil contratar. Aunque esto no es exclusivo de EEUU. Es exactamente el modelo laboral nórdico. Atentos:
El mejor ejemplo es el llamado modelo de flexiseguridad adoptado por Dinamarca. Entre los países europeos, Dinamarca tiene los costos de despido más bajos y el sistema de beneficios por desempleo más generoso. Los desempleados reciben del estado el 90 por ciento de sus ingresos promedio durante las 12 semanas anteriores a perder sus trabajos (con un límite más allá de cierto nivel). Y estos beneficios se proporcionan durante hasta 4 años y más si el trabajador está cerca de la jubilación. Para ser elegible, es suficiente haber trabajado 52 semanas durante los 3 años anteriores.
Sin embargo, para seguir recibiendo estos generosos beneficios, los trabajadores daneses desempleados deben inscribirse en programas de capacitación y aceptar cualquier trabajo ofrecido por los servicios de empleo. La primera vez que rechazan una oferta de trabajo, pierden los beneficios. Y los trabajos se encuentran fácilmente, precisamente porque los costos de despido son bajos y las empresas pueden permitirse cometer errores. El resultado es una tasa de desempleo de aproximadamente 5.4 por ciento, muy por debajo del promedio en Europa continental.
Por desgracia, los autores no son muy optimistas. El modelo nórdico se basa enormemente en la honestidad de los parados y eso no es algo que esté del todo claro que podamos copiar en los países del Mediterráneo.
El problema de las universidades
Europa tiene buenas universidades, pero no las mejores. Ni de lejos las mejores. Esto tiene implicaciones directas en la innovación y el crecimiento económico. Google, Amazon, Facebook, Nvidia, Microsoft… no se ven nombres europeos en el panorama global de la alta tecnología.
¿Por qué? Hay problemas de oferta y de demanda. Sobre la oferta es sencillo: porque las universidades funcionan más como cementerio de elefantes que como centro de innovación.
En general, con muy pocas excepciones, las universidades europeas se basan en cuatro ideas erróneas: los contribuyentes, en lugar de los estudiantes y las donaciones del sector privado, pagan la educación universitaria; las designaciones de profesores están regidas por contratos del sector público; las leyes y los procedimientos universitarios están centralizados y no son muy flexibles; y los salarios entre los profesores son igualados, con un objetivo de política más o menos claramente establecido de igualar la calidad de la enseñanza y la investigación entre las universidades.
En la Europa actual, el sistema universitario es en su mayoría un bastión de poder, prestigio y una gran cantidad de lobbies de profesores universitarios atrincherados que impiden la entrada de jóvenes académicos talentosos y, por lo tanto, la competencia.
Pero pongamos un ejemplo. En EEUU cada departamento negocia de tú a tú el salario de sus profesores. En Europa, en cambio, hay una variable que explica casi el 100% del mismo. En efecto, hablo de la antigüedad.
La situación universitaria en los Estados Unidos es diferente. Tomemos como ejemplo a un doctorado en economía estadounidense que considera ingresar al campo académico. Ex ante, enfrenta mucha incertidumbre. El salario como profesor asistente puede ser tan alto como $170,000 USD si es contratado por la escuela de negocios que mejor paga, y tan bajo como $50,000 USD si solo encuentra un trabajo enseñando en una pequeña universidad de artes liberales. Sea cual sea el trabajo que tome, si su productividad no cambia, su salario solo aumentará marginalmente con el tiempo. Al final de su carrera, ganará solo 1.5 veces lo que ganaba como profesor asistente.
En cambio, consideremos a un académico italiano. Todos los trabajos de entrada pagan el mismo salario, ciertamente no tan alto. Pero una vez dentro del sistema, simplemente esperando, al final de su carrera, el salario de un académico puede aumentar hasta 3.7 veces el salario inicial. Perotti calcula que, a los 60 años, el salario de un profesor titular italiano es—independientemente de su productividad—más alto que el salario del 80 por ciento de los profesores titulares estadounidenses que enseñan en una universidad con un programa de posgrado y del 95 por ciento de aquellos que enseñan en una universidad que no ofrece títulos de posgrado. Así que tanto por el mal salario.
Todo esto explica que los profesores europeos produzcan menos papers, los pocos que produzcan se citen menos y además requieran más dinero:
Competición
Cualquiera que camine por una zona no turística un día normal a las dos de la tarde va a encontrar todas las tiendas cerradas. Esto es sólo una pequeña muestra de un fenómeno mucho mayor: en Europa falta competición.
Las empresas europeas son viejas. Muy viejas. Muchas tienen más de 100 años. Ahora pensad en las americanas.
Quebrar en Europa, si eres grande, es difícil. No solo eso, crecer también es difícil. A no ser, claro está, de que seas un “campeón nacional” elegido a dedo por algún Estado Miembro. Por supuesto, estos campeones nacionales suelen hacer de todo menos dar bienes y servicios a un precio competitivo. Y cualquier intento de los gobiernos por ayudar tan sólo empeora las cosas:
Tomemos el caso de Fiat. Durante un período de cincuenta años, el gobierno italiano gastó muchos puntos del PIB para subsidiar su I+D. Pero en lugar de usar el dinero para innovar, Fiat decidió diversificarse. Compró compañías de seguros y empresas de energía, todas actividades bien protegidas. Mientras tanto, sus competidores se centraron en mejorar la calidad de sus automóviles. Así que un día los gerentes de Fiat levantaron la vista y vieron que habían perdido la cuota de mercado de Fiat y que la bancarrota estaba a la vuelta de la esquina.
Y lo peor de todo es que no está claro el qué hacer. En el libro hablan de que combatir los sindicatos es una tarea destinada al fracaso y que en vez de abolir sus poderes es más útil abrir la competencia y que (aún con la ventaja de las subvenciones y demás dádivas públicas) caigan por su propio peso. Un poco como Oigo está haciendo con Renfe:
Atacar a estos sindicatos no es viable. Los sindicatos detienen los trenes, y la mayoría de los gobiernos cederán cuando se enfrenten a una revuelta ciudadana. Una alternativa es permitir que empresas privadas operen en las mismas vías. Aunque el sindicato de las compañías existentes no estará contento, puede ser posible construir una coalición a favor de esta política: los viajeros que tendrán más opciones y los empleados que tendrán nuevos trabajos en las nuevas empresas.
Y otra estrategia es lo que podríamos llamar “El Ómnibus de Milei”, es decir, hacer toda la desregulación de golpe. Al meter todo en un paquete legal de “todo o nada” es mucho más difícil que los grupos de presión de cada asunto específico se organicen para cambiarlo.
Fiat iustitia
Vamos terminando. El libro toca muchos más temas y con mucha más profundidad, pero con esto creo que queda claro de qué trata y qué contenido os podéis encontrar.
Sobre la justicia, todos sabemos que EEUU es el paraíso de los abogados. Un país en el que todo se litiga por juicio. Si una abuela con demencia mete a su gato en el microondas tened por seguro que habrá un juicio contra el fabricante del microondas.
Esto es disfuncional, está claro, pero en cierto sentido se lo pueden permitir. Mirad:
Un proceso judicial que en EEUU cuesta 7 semanas en países como Italia puede extenderse hasta casi 2 años.
¿El motivo? Buena parte de la regulación Continental se llevó a cabo por Napoleón, que desconfiaba enormemente de los jueces de los territorios conquistados. Como consecuencia los códigos legales son enormes, muy complejos… y se pueden usar para justificar prácticamente todo, lo que genera menos seguridad jurídica de la que sería razonable esperar.
Así, no es de extrañar que los gastos legales a la hora de contratar una hipoteca sean virtualmente nulos en EEUU, pero puedan llegar a suponer hasta el 20% en países como Italia o Portugal.
Por supuesto, todos los problemas se retroalimentan. Los problemas jurídicos hacen que abrir una empresa sea un infierno, dañando aún más la competitividad del país:
Conclusiones
El libro termina de la misma manera en la que empieza, con un llamado de atención a Europa en el que no almidona en absoluto sus palabras:
Para detener su declive, Europa no necesita más programas gubernamentales, más subsidios para investigación y desarrollo, más dinero público en infraestructuras, más regulaciones y más iniciativas "pro crecimiento". Europa simplemente necesita implementar los incentivos adecuados para invertir, asumir riesgos, trabajar e investigar. El crecimiento seguirá. Los europeos pueden evitar el declive siempre que no pidan "protección" contra los desafíos del mercado, sino que los abracen.