10+1 muy breves apreciaciones sobre los impuestos
Rebeliones, granujas e ingresos, sabiduría y estupidez fiscal a lo largo de las eras
Este post es un resumen / comentario sobre la conclusión del magnífico libro Rebellion, Rascals and Revenue (RRR), de Michael Keen y Joel Slemrod. Una densa, perfectamente documentada y magníficamente escrita guía sobre los aciertos y fallos de los sistemas impositivos en la historia. Todo lo que querías saber y probablemente bastante más sobre ese tema.
1. Las revueltas fiscales no van sólo de impuestos
Algo que uno ve rápidamente al estudiar el tema es que no existe ningún indicador que correlacione bien con las revoluciones sociales, ni la presión fiscal, el esfuerzo o cualquier otra cosa. Normalmente tiene más que ver con intereses y transferencias de poder que otra cosa, por ejemplo la revolución fiscal más famosa, aquella que dio lugar a la primera potencia mundial actual, fue una revuelta catalizada por el descontento de los traficantes de té ante una bajada (que no una subida) de impuestos, tal y como cuento por aquí:
Muchas veces lo relevante es la sensación de justicia e independencia (en colonias o territorios muy extensos y centralizados). En la Hut Tax War en Sierra Leona (1896, colonia inglesa) se decía que:
Tener que pagar impuestos por tu choza (hut) significa que nunca tuviste derecho a ella en primer lugar.1
Por otro lado, los contribuyentes albaneses post-comunistas empezaron a pagar impuestos (reduciendo su evasión fiscal) en el momento en el que empezaron a sentir que su dinero se gestionaba bien, curiosamente siendo el pintar las fachadas de los brutalistas bloques de cemento soviético a los que debían llamar hogar el evento más icónico:
Cuando empezamos a pintar las fachadas […] la gente empezó a pagar sus impuestos.
-Edi Rama, primer ministro de Albania (alcalde de Tirana en el momento de la cita)2
2. Las palabras importan
El señoreaje (la obtención de beneficios del gobierno mediante la emisión monetaria), la deuda pública, el pago en especia o mediante trabajo forzoso o la concesión de monopolios no son muy distintos de un impuesto. Por poner un ejemplo:
Para una muestra de 90 países entre 1971 y 1990, el señoreaje fue modesto pero notable en la mayoría de los países avanzados: 0,4% del PIB en Estados Unidos, 0,5% en el Reino Unido y alrededor del 0,7% en Alemania3.
Sin embargo, en el conjunto de la muestra, el señoreaje representó una media del 2,5% del PIB y del 10,5% del gasto público. Hoy en día se oye hablar menos del señoreaje, pero no ha desaparecido. Entre 2005 y 2015, se redujo al 0,2% en el Reino Unido y fue negativo en Suecia. Pero seguía siendo un práctico 0,4% del PIB en Estados Unidos y un 0,55% en la eurozona.4
-RRR
Nominalmente una “tasa” sería un pago (en este contexto, obligatorio) a cambio de un servicio concreto, pero muchas veces se inflan para obtener mayor recaudación o costear unos servicios a un precio por encima del de mercado (y que los proveedores de ese servicio se beneficien por mayores salarios, por ejemplo).
En otro sentido, a los impuestos impopulares se les suele poner un nombre especial para hacerlos más tragable, como el “Impuesto Robin Hood” a las transferencias bancarias (cuyo creador, Tobin, se arrepintió de idear por sus terribles consecuencias) o el “impuesto comunitario” de Margaret Thatcher, que era un impuesto fijo -en términos absolutos, no porcentuales- por cabeza5, y que por cierto muy probablemente le costó la legislatura.
3. Quizás seas tú el que esté pagando el almuerzo
Esta es fácil, no es necesario explayarse: el que abona el dinero al Estado no es necesariamente el que lo paga. Si subes el IVA una parte vendrá de los beneficios empresariales y otra de tu bolsillo en forma de productos más caros. El término técnico que nos dice cuánto de cada habrá es la “elasticidad”, entendida como “cuánto cambia la demanda de algo cuando varía la oferta”. Como regla general el pato lo pagará siempre el que tenga menos opciones.
El pago, eso sí, no tiene por qué ser en dinero. Los efectos de un impuesto pueden ir mucho más allá al modificar el comportamiento de los agentes, bien cuantitativamente (consumiendo menos si un impuesto sube el precio) o cualitativamente; por ejemplo es bien conocido como un impuesto a la alta sociedad inglesa sobre sobre sus sirvientas sirvió para empujar a éstas a la prostitución6.
Esto es igualmente aplicable a los subsidios. Las ayudas al alquiler pueden (y, de hecho, lo hacen) subir el precio de los alquileres. Las ayudas a los trabajadores pueden (y de hecho, lo hacen) acabar en salarios más bajos. De hecho en EEUU para los créditos EITC a trabajadores poco cualificados, de cada dólar de ayuda sólo entre 10 y 27 céntimos van al trabajador7.
4. Un impuesto justo, sea lo que sea, es difícil de tener
Qué es un impuesto “justo” es algo que se escapa del dominio de los economistas. Dicho esto hay dos grandes visiones:
Paga por lo que recibes
Paga por lo que tienes
Lo último es claramente lo más pujante en las sociedades occidentales modernas, aunque la injusticia sigue siendo difícil de evadir. Existen dos ejes de justicia:
Justicia vertical: que los que más tienen paguen más. Uno de los problemas -dejando de lado detalles como que son los que más facilidad tienen para evadir- es que “los que más tienen” es algo arbitrario. ¿Más qué? Ingresos, quizás; pero los ingresos no son constantes en el tiempo. ¿Riqueza? Pero eso castiga a los ahorradores en pro de los que derrochen todo su sueldo.
Justicia horizontal: al punto anterior es una pequeñez comparado con este. Consistiría en tratar igual a “gente igual”, el problema es que no sabemos iguales en qué. Dos hombres con la misma riqueza, un trabajador y un rentista, ¿deberían pagar los mismos impuestos? ¿Un anciano no necesitará más ayuda que un joven con sus mismos ingresos? Os sorprendería los quebraderos de cabeza que dan las parejas que viven juntas a los agentes fiscales.8
Nuestras sociedades han conseguido, de manera más o menos competente, tratar la justicia vertical de un modo que al menos no causa gran controversia, pero constantemente vemos luchas políticas por lo segundo.
5. La cuestión está en encontrar buenos proxies
Antes hemos hablado de la diferencia entre ingresos y riqueza, pero lo cierto es que la correlación es muy alta9. Este problema está en buena parte resuelto a día de hoy gracias a dos impuestos cuya implementación, técnica y práctica, da para escribir un libro (no en vano ocupan varios capítulos de RRR): el IRPF y el IVA.
Aún así, la Historia nos ha dejado grandes anécdotas. Los perros, por ejemplo, han sido (y son) motivo de impuestos a lo largo y ancho del mundo, dejando historias tan hilarantes como esta:
Aunque no todas son tan graciosas. La arquitectura de muchas ciudades antiguas (y no tan antiguas) está modelada por las reglas impositivas, con largos pero estrechos edificios si el impuesto es por fachada o con ventanas tapizadas si se paga por ellas, lo cual fue bastante común, al fin y al cabo era innegable que existía una relación entre riqueza y número de ventanas. Esto último causó un gran revuelo en Inglaterra, pasando a la Historia como “el impuesto a la luz”:
Cuando, en Orgullo y prejuicio de Jane Austen, el untuoso Sr. Collins muestra orgulloso a Elizabeth Bennett las magníficas propiedades de sus patronos, ella "no podía estar tan extasiada como el Sr. Collins esperaba que la escena le inspirase, y sólo se sintió ligeramente afectada por su enumeración de las ventanas de la fachada de la casa y su relación de lo que todo el acristalamiento había costado originalmente al Sir Lewis de Bourgh".
6. Los evasores fiscales son muy creativos
La gente reacciona. Si pones un impuesto a las frutas, en primer lugar se comprará menos fruta. Luego se venderán los tomates como verduras. Aquí las gitanadas son legales e ilegales. Un caso famoso: cuando en EEUU se puso un impuesto a los cigarrillos, algunas tabacaleras optaron por vender cigarros gigantes de los cuales se sacaba el tabaco para liar un pitillo, (¿y no era más fácil vender el tabaco para liar en una bolsa? Pues también tenía un impuesto más alto), o simplemente vender los cigarrillos unidos como uno muy largo y listo para cortar10.
Las gitanadas ilegales, por otro lado, es cierto que suelen ser menos creativas, pero no por ello menos relevantes. Jhon Szigalyi (probable descendiente de Vlad el Empalador, que entre la mucha gente que empalaba estaban los mercadores que no le querían pagar impuestos) se dio cuenta de un simple agujero en el código impositivo de EEUU (que varios abogados llevaban décadas usando), cuyo cierre remitió 14.000 millones de dólares en ingresos11 (cobrando una paga extra de 25.000$ por ello, la IRS no paga muy bien). En todo caso la lección es clara: no asumas que región es un feudo de NPCs que ni escaparán ni pensarán cómo pagar menos.
7. Los mayores costes puede que no se vean
Un impuesto recauda. Lo tocaremos luego, pero al menos se estima que parte de ese dinero se usará para hacer el bien. El tema es que el único coste que tiene un impuesto no es perder dinero. Hemos comentado como el coste puede ser consumir menos, pero hay otras distorsiones en la economía que son más relevantes.
Un ejemplo claro son la diferencia impositiva en distintas herramientas de inversión, muchas veces sobre los mismos productos, como pueden ser los fondos de pensiones. Cuando un tipo de fondo o instrumento se grava más que otro, la inversión tenderá a ir sobre el que menos impuestos recaiga, haciendo así que se invierta en empresas menos eficientes, lo cual incluso puede provocar crisis económicas12.
Todo el mundo ve que un impuesto al CO2 reduce el CO2, del mismo modo un impuesto a la riqueza reducirá la riqueza, y un impuesto al trabajo, el trabajo. El daño provocado por estas reducciones puede ser mucho mayor que perder algo de dinero a favor de las arcas públicas.
8. Grava los males, no los bienes
No es cierto que la función de todo impuesto sea recaudar más. Algunos, desde hace milenios, están pensados para cambiar el comportamiento de la gente. La versión más refinada de esta idea son los famosos impuestos pigouvianos, impuestos a externalidades negativas (escribiré un post sobre el tema, ya que levanta algo de confusión y polémica) como la contaminación. La idea de estos impuestos es que, aunque el dinero recaudado se quemara, seguirían mejorando el bienestar social (asumamos que quemarlo no provocará deflación, ya se entiende).
Una corriente más o menos moderna defiende el paternalismo conductual, usar impuestos para reducir el consumo de tabaco o azúcar porque realmente quieres reducirlo pero tu falta de autocontrol te lo impide. Sobre el paternalismo conductual y la idea de “un paternalismo que, al contrario que el paternalismo clásico, te ayuda a conseguir tus propios fines”13 la trataré en extenso en un futuro post, y quizás en forma de ponencia.
Por supuesto, no toda externalidad negativa debe ser atacada con un impuesto pigouviano (y, más probable todavía, no toda o apenas ninguna externalidad positiva debe ser subvencionada). En un lado más oscuro, no todo impuesto no recaudatorio ha tenido fines tan nobles. Los impuestos en función de la raza o el sexo eran principalmente armas de control social, no formas de financiar la deuda pública; con quizás la excepción de los judíos, cuyo maltrato histórico es más que probable que tuviera raíces fiscales: expulsarlos era un alivio, pues así te ahorrabas pagar buena parte de tus deudas.
En la Europa medieval, el pogromo, la masacre y/o la expulsión acompañaban a menudo al incumplimiento de las deudas con los judíos. Los reyes podían beneficiarse de ello incluso cuando ellos mismos no pedían préstamos a la comunidad judía. Eduardo I (1272-1307) no debía dinero a los judíos cuando sancionó su expulsión de Inglaterra en 1290. Pero los nobles, que empezaban a flexionar sus músculos parlamentarios, sí lo debían, y mostraron su gratitud a Eduardo concediéndole 116.000 libras, la mayor suma que jamás hubiera recibido un rey inglés medieval.14
-RRR
9. La soberanía nacional se está volviendo algo del pasado
Adam Smith ya hablaba de globalización en su época, y cómo el hecho de que uno pudiera ir de un país a otro de manera más o menos sencilla era un impedimento para que los reyes de cada región abusaran de su poder de recaudar impuestos.
Hoy tenemos más globalización que nunca, pero también unas fronteras más difusas. ¿Dónde debe pagar impuestos Google? ¿Dónde estén sus servidores? ¿Su sede? ¿Sus usuarios? Las nuevas tecnologías y dinámicas sociales han cambiado el panorama impositivo, para bien o para mal.
Otro tema de gran relevancia son los impuestos pigouvianos al carbono: mientras que el consenso entre economistas es que serían una gran herramienta contra el cambio climático (más que la subasta de CO2 en Europa), ningún país se lo ha propuesto muy seriamente por un motivo muy sencillo, necesita coordinación global. Ahora mismo estamos contemplando, en una línea similar, impuestos de sociedades ‘globales’ en EEUU, y las disputas con países como Irlanda por el derecho de distintos países a su parte del pastel no cesan. Suiza perdió hace más de una década el secreto bancario por presiones de la Unión Europea, al igual que Andorra; y Mónaco aceptó un algo IRPF a sus ciudadanos por la presión (alguna vez violenta) de Francia.
Si veremos más o menos competencia fiscal en las décadas que están por venir, y si eso será algo bueno (intuyo que no) es algo que habrá que ver, los autores de RRR no son muy optimistas al respecto:
Pero la soberanía fiscal real es cosa del pasado, un recuerdo lejano y, en gran medida, falso. La verdadera cuestión es cómo decidirán los países poner en común y ejercer la soberanía colectiva que aún poseen.
10. Tiempos duros
Dos frases:
Nada es más permanente que un impuesto temporal. -Milton Fredman
La guerra hizo al Estado, y el Estado hizo la guerra. -J. Diamond
Sólo hay que unir cabos:
[…] estas presiones no fueron nada comparadas con el aumento masivo de la fiscalidad en los beligerantes una vez iniciada la Primera Guerra Mundial. Esto llevó a la introducción del impuesto sobre la renta donde no existía -en Francia días después del estallido, en Rusia en 1916- y a tipos más altos y umbrales de exención más bajos donde sí existía. En Gran Bretaña, el tipo normal aumentó hasta un porcentaje sin precedentes del 30%, y su cobertura se duplicó con creces. El tipo máximo del impuesto sobre la renta en Estados Unidos pasó del 7% en 1913 al 77% en 1918. Una innovación, concebida como temporal en su momento, olvidada hace tiempo pero que ahora se vuelve a considerar, fue la introducción por todas las grandes potencias de un impuesto a nivel de empresa destinado a captar el exceso de beneficios en tiempos de guerra.
La Segunda Guerra Mundial resultó aún más transformadora, ya que el impuesto sobre la renta se convirtió por primera vez en algo que se aplicaba a la mayoría de la gente corriente: En Estados Unidos, por ejemplo, el número de declaraciones de la renta presentadas pasó de 7,7 millones en 1939 a 49,9 millones en 1945. Esta expansión fue posible gracias a un avance fundamental en la administración fiscal: el uso masivo de las retenciones, es decir, conseguir que el empleador remita el impuesto en lugar de intentar obtenerlo directamente del empleado.
O gráficamente:
Efectivamente, al terminar las guerras mundiales el gasto público volvió a niveles más o menos similares que al comienzo, pero con una inercia alcista imparable. Uno podría pensar que, al menos por ahora, esto no deja de ser una anécdota interesante que no volverá a repetirse, en ese sentido el trago de ver la evolución de gasto público en la pandemia de COVID os lo dejo a vosotros. Nadie dijo que esta tendencia tuviera que ser exclusiva de guerras.
10+1 Hay quien infravalora la parte positiva
RRR da para mucho, es un libro espectacular. Podríamos hablar de cómo la creación del IVA, en vez de responder a la necesidad de mayor recaudación, fue el huevo del que eclosionó la gallina del gasto público. O de cómo las retenciones, el hecho de que sea el empleador el que remita las cotizaciones sociales en vez del trabajador, que en muchos países no ve la deducción de su salario en su nómina, fue otra de las revoluciones impositivas, permitiendo disparar la recaudación sin que hubiera mucha queja.
Pero, en fin, quería terminar con una nota positiva, o al menos no tan negativa. Echad un vistazo al siguiente gráfico15:
Para un progresista debería ser desolador. Tanta educación y sanidad pública para que la transferencia neta al 50% más pobre de los españoles sea del 5% de sus ingresos antes de impuestos, entre 10 y 20 euros al mes. Esto se debe a que en verdad es un grupo muy reducido el que se beneficia sustancialmente de la redistribución de riqueza16:
A un liberal en cambio le debería parecer más o menos esperanzador: realmente existe redistribución de riqueza, aunque esté mal hecha. Quizás a los más radicales esto les repugne, pero una persona moderada debería ver aquí una oportunidad de oro: si ese 7 u 8% de su renta que pagan netamente los más ricos (aunque 10% de la población no es que sea un umbral demasiado estrecho) sirve para sustentar sistemas más o menos vivibles actualmente, imaginaos si
se redistribuyera con más precisión y
se evitaran los “autoimpuestos”, dinero que te quitan para volvértelo a dar (en forma de educación, sanidad, etc). Incluyendo cotizaciones sociales pero también, y más importante, impuestos genéricos (ver que del 50 al 90% más rico se paga torno al 50% de salario en impuestos para que se te reintegre sin apenas diferencia).
Si el Estado de Bienestar se centrara en esos dos puntos podríamos mantener un nivel de vida más que digno para los más pobres con un peso del Estado en el PIB ridículo, apenas recaudando menos del 10% de los ingresos del 10% más rico (y un impuesto mucho menor al, digamos otro 40% más rico para pagar los “gastos comunes” que tienen un valor plano de menos del 15% de los ingresos de cada persona en la mayoría de Estados17).
Claro, en este análisis nos hemos dejado la deuda pública, que de tenerla en cuenta volvería tremendamente negativa la rentabilidad neta de los impuestos para cualquier persona (90k euros por contribuyente, echad cuentas) pero podemos estar todos de acuerdo en que se trata de un pasivo especial que, en buena medida, no se paga sino que se refinancia.
En fin, hasta aquí llegamos. La única función de esta línea es anunciar que habrá un futuro post (sí, es como el tercero que anuncio en esta entrega) titulado “Impuestos que sí me gustan”. Espero que lo esperen con ansias. Adelanto que haré un poco de trampas y ligaré ciertos impuestos con cierto gasto público, pues una cosa no puede -casi nunca- ir separada de la otra. Un impuesto aparentemente regresivo como el IVA se puede volver muy progresivo si ese dinero se gasta con sabiduría.
Ochiai, Takehiko. 2017. “In a Grove? Sierra Leone’s 1898 Hut Tax War Reconsidered.” Asia Journal of African Studies 41: 55–86.
Crevar, Alex. 2015. “In the Heart of the Balkans, a City Transformed.” New York Times, August 30.
Click, Reid W. 1998. “Seigniorage in a Cross-Section of Countries.” Journal of Money, Credit and Banking 30 (2): 154–171.
Rogoff, Kenneth S. 2016. The Curse of Cash. Princeton, NJ: Princeton University Press.
Con la excepción de estudiantes y perceptores de subsidios, que pagaban un 20% del impuesto
Brown, Susan E. 2007. “Assessing Men and Maids: The Female Servant Tax and Meanings of Productive Labour in Late-Eighteenth-Century Britain.” Left History: An Interdisciplinary Journal of Historical Inquiry and Debate 12 (2): 11–32.
Rodgers, Luke. 2018. “Give Credit Where? The Incidence of Child Care Tax Credits.” Journal of Urban Economics 108: 51–71.
Turner, Nicholas. 2012. “Who Benefits from Student Aid? The Economic Incidence of Tax-Based Federal Student Aid.” Economics of Education Review 31 (4): 463–481.
Thomas, Duncan. 1990. “Intra-household Resource Allocation: An Inferential Approach.” Journal of Human Resources 25 (4): 635–664.
Thomas, Duncan. 1993. “The Distribution of Income and Expenditure within the Household.” Annales d’Economie et de Statistique 29: 109–135.
En especial dentro de cada país, entre países puede haber más distorsiones, por ejemplo la riqueza de los estadounidenses es muy baja para sus ingresos debido a su baja tasa de ahorro, tema que trataremos en otro post.
Laffer, Arthur B. 2014. Handbook of Tobacco Taxation: Theory and Practice. San Francisco: The Laffer Center at the Pacific Research Institute.
Dubner, Stephen J., and Steven J. Levitt. 2006. “Filling in the Tax Gap.” New York Times, April 2.
Estaríamos hablando de un motor alternativo a las manipulaciones del tipo de interés de los Bancos Centrales para provocar crisis, según la teoría austríaca del ciclo económico (que me parece lo mejor de la escuela).
Conly, Shara. 2012. “Against autonomy”
Koyama, Mark. 2010. “The Political Economy of Expulsion: The Regulation of Jewish Moneylending in Medieval England.” Constitutional Political Economy 21 (4): 374–406.
Otras estimaciones son bastante más generosas, por ejemplo los mismos autores del siguiente gráfico del texto principal en Fedea dicen que la brecha (no la ganancia en % de pre-tax) es esta. Entiendo que la diferencia es cómo calcula el impacto de la deuda pública y las pensiones (hay bastante controversia con la ganancia de las pensiones):
Aquí las poblaciones, para que saquéis cuentas:
Ver (parte de) la zona gris