La mayoría de gente no tiene la más mínima idea de economía. Los economistas no paran de pelearse y hay muy poco consenso entre ellos, así que imaginaos lo que el resto puede conocer del campo. Tampoco disponen de las herramientas para valorar políticas (estadística, análisis contrafactual) y su conocimiento de geopolítica es muy limitado (¿podéis dar una descripción certera de la relación entre los distintos países de Oriente Medio?, o de hecho, ¿podéis situar esos países en un mapa? ¿nombrarlos?). Sin embargo sí tiene una idea de más o menos hacia dónde le gustaría que fuera la sociedad, aunque no sepa cómo encaminarla. La respuesta de las democracias actuales a este problema es la representación pero, si alguien no domina un tema, ¿cómo puede estar seguro de que otro sí lo hace? Y este sólo es uno de sus muchos problemas. Aun así, y como suele decirse, la democracia es el menos malo de los sistemas.
¿Podríamos combinar la agregación de la voluntad popular de las democracias con una forma eficiente de tomar decisiones, evitando caer en tecnocracias? Pues Robin Hanson propone que sí: usando mercados de predicciones. Éstos no son más que casas de apuestas donde cada uno se juega su dinero en predecir un evento, al no ser algo totalmente aleatorio aquellos mejor informados a la larga salen ganando, lo cual nos manda la señal de que esas personas saben de qué hablan. Las palabras se las lleva el viento, lo que importan son las acciones. Allá dónde alguien se juegue su dinero al hacer predicciones que se quiten todos los expertos que aparezcan por televisión. ¿Y son certeros estos mercados de predicciones? Pues:
Recopilamos encuestas nacionales para las elecciones presidenciales de EE. UU. de 1988 a 2004 y preguntamos si la encuesta o una predicción contemporánea del mercado de participación de votos de Iowa Electronic Markets está más cerca del resultado final de la división de votos de los dos partidos principales. Comparamos las predicciones del mercado con 964 encuestas sobre las cinco elecciones presidenciales desde 1988. El mercado está más cerca del resultado final el 74 % de las veces. Además, el mercado supera significativamente las encuestas en todas las elecciones cuando pronostica con más de 100 días de anticipación.1
¿Y cómo se mezcla todo esto con la democracia? En pocas palabras: deja que la democracia normal elija a nuestros representantes, pero dejando que (algunas de) las políticas concretas pasen por una votación sobre su eficacia donde junto al voto se metan billetes (¿Esta reforma educativa nos pondrá, al menos, 2 puestos por delante en los informes Piza en 5 años?). Espera un tiempo y comprueba el bando ganador (“Sí || No”), ahora reparte el dinero de los perdedores entre los ganadores. En verdad el sistema es algo más complicado, ahora pasaré a explicarlo en detalle, pero la idea intuitiva es esa: Vote on Values, Bet on Beliefs2. A este sistema se le llama futarquía.
El mecanismo concreto
La futarquía no tiene por qué limitarse a la política pública, de hecho hoy día existen empresas que utilizan mecanismos similares para tomar decisiones (especialmente en el mundo blockchain). Vamos a explicar el mecanismo concreto tras este sistema poniendo de ejemplo una empresa que “vote” si despedir o no a su CEO. Pongamos que su desempeño ha sido pobre y la junta de accionistas busca un beneficio de, al menos, un 1%.
Una empresa crea cuatro tokens (un número finito e igual de ellos) que vende a sus accionistas (quizás con alguna regla extra que limite la compra al peso que cada uno tenga en la empresa) por 1$ -esto es opcional, puede intentar venderlos directamente a precio de mercado pero es un tema más complejo de incentivos que no vamos a tratar aquí-, estos tokens son:
Pago 1$ si NO despedimos al CEO y crecemos al menos un 1%
Pago 1$ si NO despedimos al CEO y NO crecemos al menos un 1%
Pago 1$ si despedimos al CEO y crecemos al menos un 1%
Pago 1$ si despedimos al CEO y NO crecemos al menos un 1%
Una persona puede comprar más de un token, aunque se pueden establecer limitaciones al número o persona (¿puede el CEO comprar tokens?). Se deja un tiempo para que se comercie con estos tokens hasta que alcanzan un precio de mercado, no voy a desarrollar esto pero es inmediato ver que si un token alcanza un precio de 0.7$ es que el mercado le da una probabilidad de ocurrir del 70%.
Para decidir si despedimos o no podemos establecer distintas reglas, pero la idea es ver si hay una brecha considerable entre los precios de (1) con (3) y (2) con (4). Pongamos que sí la hay y es a favor de despedir al CEO, entonces se toma esa decisión y los tokens (1) y (2), que estaban condicionados a NO despedir al CEO son reintegrados (sus portadores los cambian a la empresa por su precio de mercado) y esperamos un año. Vemos entonces si hemos crecido o no en un año, supongamos que sí lo hemos hecho, así pues los tokens (3) se venden a la empresa por 1$ (se compraron por, digamos, 0.70$) y los (4) por 0$ (este reparto puede resultar problemático, simplificando vamos a decir que el dinero de los tenedores de (4) se reparte a los de (3)). También pueden emitirse más tokens de (3) y (4) y dejar más tiempo para comerciar tras decidir reintegrar (1) y (2) para que más gente.
Si en vez de una empresa fuera el sector público el que sometiera a votación futárquica una ley no cambiaría mucho. Primero, los políticos elegidos por democracia normal crearían (quizás junto a algunas agencias externas acreditadas) una métrica de bienestar respecto a esa ley. Pongamos que se quiere aprobar una reforma laboral y por no complicarnos digamos que se tendrán en cuenta 3 parámetros: tasa de paro, salario mediano y número de horas trabajadas. Se normaliza y elige una forma de agregarlos, como una suma normal o una suma cuadrática. Ahora se crean los cuatro tokens, sustituyendo “[…] y (NO) crecemos al menos un 1%” por “[…] y (NO) alcanzamos la métrica anterior”.
Ganadores y perdedores
Una votación concreta puede ser poco informativa, pero si se someten muchas leyes el sistema empieza a funcionar. En primer lugar ya se gana si simplemente los políticos explicitan las métricas de sus proyectos, pero más allá de eso podemos imaginar estos escenarios:
En primer lugar la participación en los referéndums sería mucho menor que en las elecciones normales, pues sólo apostarán aquellas personas que tengan confianza en sus conocimientos para evaluar políticas (ej. conocimiento de economía para predecir los efectos de cierta reforma laboral) o aquellos con baja aversión al riesgo.
Los únicos perjudicados son aquellos que se equivocan al evaluar una medida que se aprueba y los ganadores son los que evalúan correctamente una medida que se aprueba y el grupo en general, al haber o bien tomado una mejor decisión (el CEO nuevo hace crecer la empresa) o dejando más dinero en los bolsillos de aquellos con mejores predicciones, que pueden usar para futuras votaciones (el CEO nuevo no hace crecer la empresa, al año que viene se hace otra votación similar. Los que apostaron por (4) ahora tienen más dinero y credibilidad para evaluar esta decisión). Las pérdidas y ganancias son proporcionales al dinero que cada uno apueste.
¿Hay diferencias entre ricos y pobres? Los ricos podrán apostar más dinero, pero al tratarse de una apuesta lo que decide si alguien será ganador o perdedor son los resultados. Este sistema puede ser de hecho una fuente de ingresos para gente pobre pero con buen criterio, aunque por aversión al riesgo es de suponer que su participación será menor (al menos en volumen).
Uno podría pensar que este sistema va totalmente en contra del objetivo de la democracia, que es agregar las preferencias de todo el mundo. Sin embargo y como hemos distinguido antes, debemos separar las preferencias de los hechos, Vote on Values, Bet on Beliefs. Supongamos que un país es muy ecologista, entonces sus políticos, al definir la métrica de bienestar de una política concreta le darán gran peso a los indicadores medioambientales. Otro gobierno podrá darle más peso a la economía. Los valores del pueblo se ven reflejados en las métricas, pero la forma concreta de llegar a esas métricas (que es un tema más técnico que ideológico) se somete a futarquía para que lo decida el mejor sistema de predicción del que actualmente disponemos: los mercados de predicciones.
Algunas réplicas
Antes de entrar en este punto, una nota. Seguro que se os han ocurrido mil posibles fallos del sistema, yo mismo he reescrito esta entrada añadiendo matices y cambiando alguna cosa porque veía problemas demasiado obvios, pero al analizar los problemas de este sistema debemos hacerlo respecto al de otros sistemas, en este caso la democracia representativa estándar. Con esto en mente:
Contrafactual: Que la empresa crezca un 1% no depende exclusivamente del CEO. Aunque esto se tiene en cuenta al emitir los cuatro tokens sigue siendo un problema grave al consultar la métrica.
Definición de la métrica: El punto anterior nos lleva al tema más complejo de este sistema, la definición de la métrica. Para que sea funcional ésta debe aislar los efectos de la medida respecto a los del resto de factores (quizás la economía acelera y todas las empresas aumentan sus beneficios). El problema no está tanto en que esto sea complejo -que puede serlo- sino en que requiere del trabajo de algún grupo especializado, y hay incentivos muy fuertes para su corrupción. Por ello es importante que la métrica esté perfectamente definida (no sólo con parámetros, sino también en qué fuentes se van a consultar esos parámetros, y qué grupos -deben ser varios y preferiblemente con algún mecanismo de competencia que no voy a desarrollar- realizarán el análisis contrafactual).
Tyler Cowen (otro de mis economistas preferidos) escribió: “No creo que la futarquía —utilizar los mercados de apuestas para dar forma a la política del gobierno— pueda tener éxito de otra manera que no sea de manera muy parcial. Hago hincapié en la función expresiva de la democracia y su capacidad para mantener la moral y la cohesión públicas más que en las capacidades computacionales del sistema para encontrar e implementar las mejores políticas. Apostaría contra el futuro de la futarquía, o su probabilidad de éxito si estuviera en su lugar. Robin dice "vote por los valores, apueste por las creencias", pero no creo que los valores y las creencias3 puedan separarse tan fácilmente.”4 Aunque esto es cierto la democracia estándar sufre de lo mismo, con más intensidad por no tener los incentivos económicos.
Rico suicida: alguien muy rico podría amañar este sistema. La solución sería prohibir interactuar a quienes estén afectados por la votación (ej. se va a votar si rescatar a un banco, teniendo en cuenta si podrá devolver el dinero mientras sanea sus cuentas. Aquellos relacionados con el banco no podrían operar). Obviamente vigilar esto es muy complicado, podrían mandar a terceros a comprar en su nombre y controlar esto se me hace casi imposible. Sin embargo una empresa o millonario que hagan esto también se enfrentan a la posibilidad de perder todo el dinero apostado si luego no se cumple la métrica. El banco podría ser rescatado si mete muchísimo dinero en la votación, pero si no cuadra sus cuentas al medio/largo plazo y no se cumple la métrica perderá todo ese dinero. Esa operación también sirve de incentivo para el resto de agentes para apostar en contra del banco.
Si estos mercados son tan buenos, ¿por qué apenas existen?: Porque son ilegales. De hecho los seguros de vida estuvieron prohibidos durante cientos de años5 pero hoy día se les reconoce como una herramienta útil y no una perversión de apostar sobre tu propia muerte.
Ley de Campbell: “Cuanto más se utilice un indicador social cuantitativo para la toma de decisiones sociales, más sujeto estará a las presiones de la corrupción y más apto será para distorsionar y corromper los procesos sociales que se pretende monitorear.”6 Siendo totalmente cierta, la democracia normal no está exenta de este problema (o en todo caso su solución es no usar métricas de ningún tipo). La futarquía también requiere de instituciones formales e informales sólidas que denuncien la corrupción en las métricas, en especial por parte del público general.
Efectos a largo plazo: no todo efecto puede meterse dentro de la métrica. Es cierto, pero los mercados son mucho más pacientes que los políticos y votantes. Es sabido que al votante sólo toma en cuenta unos pocos meses antes de las elecciones para decidir a quien votar, y el horizonte temporal de cualquier político es de una legislatura. En cambio todos los días se comercian con bonos de deuda de 10, 20, 30 o hasta 100 años.
Clausula rebus sic stantibus: una métrica a largo plazo puede volverse inútil si hay un cambio muy fuerte. Pongamos que se vota por un plan económico cuyos efectos se medirán en 10 años, pero en apenas 2 aparece una pandemia, claramente se necesita otro plan. Las votaciones podrían anularse de manera excepcional por las Cortes. De nuevo dependemos de las instituciones formales e informales para que este sistema no se corrompa. Las votaciones futárquicas pueden ser más lentas que las normales, ya que definir la métrica lleva tiempo y se necesita un periodo de tiempo amplio para comerciar con los tokens. Sin embargo, ya conocéis el dicho: “ve despacio que tengo prisa”.
Conclusión
¿Me gusta la futarquía? Este sistema, aunque parezca ser muy pro-mercado, es ideológicamente neutro. Cualquier cosa menos la anarquía cabe dentro. Como libertario prefiero que los asuntos que no sean irreductiblemente comunes simplemente no se voten, pero sí veo la futarquía como una posible solución. En cierto sentido mi interés es más de curiosidad intelectual, me gustaría que esto se probara a pequeña escala para política pública (en el sector privado ya se hace, tanto en empresas como en algunos protocolos blockchain7).
Veo el gran problema de que por el sesgo anti-mercado de la mayoría del público sería muy complicado que este sistema se utilizara. Dicho de otra forma, una población que viera con buenos ojos este sistema probablemente también sería muy pro-mercado, y de rebote, libertaria. El lector habrá notado que en el apartado de objeciones no he incluido algunas muy obvias que podrían venir de sectores anti-mercado. Luego no quedaría mucho que votar. Esto último tampoco es un problema, aunque se voten pocas cosas la futarquía puede tener su propio rincón.
Como en mi post anterior, también sobre una idea de Robin Hanson, mi objetivo no es tanto convenceos de que este es el sistema al que deberíamos aspirar, sino presentar un reto intelectual para haceos pensar. ¿Qué más problemas veis? ¿Podéis tratar de mejorar el sistema? ¿Os gustaría ver algo similar aplicado a pequeña escala?
Joyce E.Berg, Forrest D.Nelson, Thomas A.Rietz, Prediction market accuracy in the long run
La idea de futarquía se propone y desarrolla en este paper de Robin Hanson, Shall We Vote on Values, But Bet on Beliefs?
En inglés “belief “ se suele traducir como “creencia”, pero en una acepción que lo acerca más a la palabra “hecho”
Tyler Cowen, Wher do I desagree with Robin Hanson?
Wittman (1995), The myth of democratic failure: Why political institutions are efficient
Es famosa la aplicación de esta ley en la URSS. Si la cuota impuesta era de 1000 tornillos, pues se hacían 1000 muy pequeños. Si era de 100 kg de tornillos se hacían unos pocos muy grandes.
Gnosis en ETH o Polkadot como protocolo blockchain. Zeitgeist como empresa.