De un tiempo a esta parte, aunque ciertamente es una moda que viene de lejos, he sido testigo de un alarmante número de libertarios ferozmente defensores del régimen de Corea del Norte. Uno podía más o menos esperar eso de sitios como LewRockwell o el Mises Institute, dirigidos y generosamente patrocinados por empresarios de la homeopatía y la “medicina natural”,1 además de plutócratas varios. Así, no es raro ver artículos deshaciéndose en loas a la peor calaña que puebla el planeta a día de hoy, con Vladimir Putin a la cabeza; sin embargo esta tendencia está bien extendida incluso en think thanks como el Instituto Juan de Mariana.
Dicho esto, a uno le sigue sorprendiendo ver a los autodenominados mayores defensores de la justicia y la libertad (y la calidad de vida) no sólo reconociendo méritos al régimen de Pionyang, sino situándolo sin atisbo de duda por encima de las democracias constitucionales occidentales: variantes del comunismo destinadas inexorablemente a la extinción tal y como el capitalismo lo está bajo el prisma del materialismo histórico de Marx.
Creía que no era necesario explicar esto, en particular a quienes deberían estar a la vanguardia del conocimiento económico y la naturaleza íntima del poder político. Pero vamos allá. No, un sistema como el norcoreano jamás será justo ni próspero. Ahora sigamos el ejemplo de nuestro amigo Jack el Destripador y analicemos este tema por partes.
El horizonte temporal
La principal defensa que hace de Kim Jong-un es su visión largoplacista. Me explico. En una democracia el poder se renueva cada pocos años, generalmente 4. Si los políticos quieren mantenerse en el poder entonces tendrán que tomar medidas que contenten al electorado de manera inmediata, dejando de lado aquellas reformas que tarden décadas en dar frutos, y cuyo éxito podría ser capitalizado por otro partido.
Por otro lado, en la Corea Buena el líder supremo está exento de tales limitaciones, por lo que puede centrarse en invertir a largo plazo. De aquí viene un término que tal vez hayáis escuchado antes, el de alta frente a baja preferencia temporal.
Esta idea no parece aguantar demasiado el escrutinio. Si miramos qué países invierten más porcentaje de su pib en I+D, casi todos son democracias.2 EEUU, la democracia viva más vieja del mundo, es la primera potencia mundial en términos absolutos y también relativos en numerosas estadísticas de gran importancia, muchas fácilmente relacionadas con haber creado un entorno de lujo para que empresas tecnológicas (con un horizonte temporal larguísimo) puedan desarrollarse.
Pero no sólo se infravalora enormemente la capacidad de las democracias constitucionales (tanto de su sector privado como, en menor medida, del público) de mirar al largo plazo, sino que se sobrevalora enormemente la capacidad (y voluntad) del dictador de hacer tal cosa.
El punto de estos libertarios es que el dictador, como además es dueño de todo su país y beneficiario directo de éste, será permisivo con sus súbditos, en particular en cuanto a libertad económica se refiere, de tal forma que incluso si él no es alguien bondadoso que quiera lo mejor para su súbditos, su incentivo es espolear la generación de riqueza para aumentar la masa de un pastel del cual él tiene una porción más o menos fija.
Esto es algo que no parece tener mucho sustento. Si miramos los índices de libertad económica3 vemos no sólo que son democracias las que están en la parte más alta, es que el fondo de la lista no destaca precisamente por elecciones limpias cada 4 años.
Por supuesto, los datos son ruidosos y existen lo que parecen excepciones clave. No en vano Singapur es quien está en la parte más alta de la lista, y en menor medida pero todavía en la parte alta encontramos a los Emiratos Árabes Unidos. La simple mayor varianza de este tipo de regímenes podría explicarlo, pero no quiero dejar sin comentar que Singapur es un país mucho más democrático de lo que se piensa, y lo de las petromonarquías no creo que haga falta explicarlo.
En todo caso uno podría aludir, con buen criterio, que no hemos probado la causalidad entre democracia y libertad económica. Es cierto. Pero es que para el tema que hoy nos atañe tal cosa ni siquiera es particularmente necesaria.
¿Pero por qué pasa esto? Destaco dos puntos, sin cuantificar su importancia:
El nivel de vida de un gobernante está tremendamente descorrelacionado con el de su población. Si mañana Corea del Norte duplica su pib/cap, ¿también lo hará la calidad de vida de Rocket-boy?
Para gobernar, un dictador necesita mantener un balance entre fuerzas internas de la élite de su régimen. Pensar que no tiene que contentar a nadie por no someterse al escrutinio de las urnas es ignorar Política 101.
Comentemos un poco más sobre esto último en el siguiente apartado.
El contrapeso del caudillismo
Leyendo el punto anterior uno podría pensar que se ha hecho un hombre de paja de los argumentos contrarios, pues la preferencia temporal del dictador no es el único argumento que esta gente esgrime a favor de tales regímenes. Así, un punto clave es la cohorte de caudillos (otras veces conocidos como nobles, señores de la guerra, lores feudales, etc) que rodea al gran líder. De hecho, el Líder Supremo del Pueblo ni siquiera tiene apenas poder efectivo (¿entonces por qué todo el rollo del apartado anterior?), eso es una distorsión por nuestra perspectiva de Estados modernos y Occidentales.
Kim Jong-un no dirige el país directamente, sino que cuenta con un territorio altamente fragmentado, donde un miembro del alto mando militar gobierna replicando fractalmente el esquema de gobierno que el linaje Kim lleva décadas imponiendo.
Los beneficios de este sistema parecen obvios a primera vista. De igual modo que la competencia entre empresas beneficia a los consumidores, si el territorio está muy fragmentado políticamente entonces sus gobernantes deberán competir por atraer y retener súbditos, ofreciéndoles mejores condiciones que sus vecinos.
¿Cómo de cierto es esto? Lo cierto es que falla en varios puntos y por motivos muy distintos:
La fragmentación no tiene por qué ser el estado natural de un mercado, y más empresas no siempre es mejor. Los salarios en las grandes empresas suelen ser mucho mayores que en las pequeñas, y un vistazo a gigantes oligopólicos de su sector como Amazon o Google basta para ver que los servicios que éstas pueden ofrecer (y ofrecen) son de una calidad excepcional a muy bajo precio (a veces nulo).
Un punto interesante es la banca estadounidense. Por una serie de motivos históricos, la ramificación de sedes bancarias está muy perseguido (y lo estuvo mucho más el siglo pasado). Esto da lugar a una enorme cantidad de bancos pequeños4, ya que los bancos más grandes lo tienen complicado para extenderse entre distintos Estados. ¿El resultado? Un sistema relativamente inestable donde las quiebras están a la orden del día5. Por el contrario, Canadá siempre ha tenido una banca mucho más libre que la estadounidense, y el resultado son unos pocos bancos gigantes, pero tremendamente sólidos.
En todo caso, la política no tiene por qué ser comparable al mercado. Los señores feudales poseen herramientas de represión muy efectivas a la hora de retener a sus súbditos, y no parece que necesiten atraer a muchos más para mantener su tren de vida. Aquí la cataláctica brilla por su ausencia.
Juntando los dos puntos anteriores es fácil ver como la descentralización política puede ser al mismo tiempo fruto y motor del más puro liberticidio. Si el mercado funciona bien es porque se dan una serie de requisitos auxiliares, pero quizás se entienda más fácilmente poniendo un ejemplo.
Según Walter Scheidel, la caída del Imperio Romano fue una magnífica noticia, pues la fragmentación política a la que dio lugar sentaría las bases de la futura prosperidad Occidental. Yo llegué a ser un gran seguidor de esta tesis, sin embargo he matizado bastante esta postura. El motivo es sencillo: desde que cayó Roma tuvo que pasar más de 1000 años hasta que se alcanzara un nivel de riqueza similar en Europa. La fragmentación política no resultó en competencia institucional, sino en tribalismo. Como bien atestigua el antropólogo6 Joseph Henrich, sólo cuando los clanes familiares empezaron a romper sus vínculos internos (mediante la penalización del incesto espoleada por el cristianismo) y se abrieron al resto del mundo, empezaron a ocurrir fenómenos análogos a los que uno espera en el mercado.
Lo que hemos comentado no sólo ocurre a nivel de gobierno, ciertos grupos de particulares lo pueden tener más fácil para obtener favores políticos.7 Un ejemplo cristalino son los gremios europeos, grupos privados pero con una fuerte influencia política, que operaban generalmente al nivel de las ciudades (más descentralización la verdad es que es difícil) y durante siglos lastraron enormemente la productividad de allá donde estuvieran presentes8.
El contrapeso del tiranicidio
Después de defender a capa y espada al oligarca de turno que tras salarse todos los derechos humanos que haya querido ha owneado a algún periodista progresista en Twitter, la ronda de argumentos continua. Esta vez: que en verdad aborrecen al tipo que defendían hace 1 minuto.
“Verás, una dictadura está mal vista (por todos menos por mí), así que la población es recelosa de su gobernante. Por lo tanto, éste tiene que andarse con ojo, porque todas sus acciones estarán altamente fiscalizadas y a la mínima que haga algo inapropiado le cortarán el cuello. En cambio las democracias están hiperlegitimadas y cualquier cosa que salga de las urnas estará bien”.
Este párrafo suele estar acompañado de un “vete a leer a Juan de Mariana o a Álvaro d’Ors”, el primero porque escribió sobre la justificación del tiranicidio (no es que tenga mucho que ver argumento) y el segundo supongo que también pero no lo sé porque no lo he leído.
En todo caso, ¿esto ocurre? Pese a los deseos de nuestros amigos, Corea del Norte es un auténtico infierno en la tierra, pero parece que Kim o bien goza de gran apoyo popular o bien es capaz de acojonar a todo el mundo para que al menos lo finjan. Esto es extensible no sólo a sus predecesores, sino a prácticamente cualquier régimen. El caso es que históricamente el tiranicidio ha sido extraordinariamente poco común (aunque hay que añadir que con la esperanza de vida de la época tampoco es que hiciese mucha falta), más aún si tachamos de la lista aquellas revueltas que hayan desembocado en democracias, en vez de en otra dictadura más benévola.
Fernando VII era apodado “el Deseado”, no lo olvidemos. ¡Pero es que los gabachos consideraban a su tirano de turno un heraldo de Dios! Algo que no ha sido precisamente raro a lo largo de la Historia.
Por otro lado, ¿están las democracias hiperlegitimadas? Se suele decir que sí pq “mira a EEUU repartiendo democracia por Oriente Medio sin que nadie se lo reproche”, pero lo cierto es que un importantísimo porcentaje de ciudadanos locales y extranjeros lo hicieron. Si no existe un mayor reproche institucional podría simplemente ser por el mismo motivo por el que tal reproche no existe cuando son dictaduras las que hacen cosas similares: porque no existe ningún organismo con la capacidad efectiva de sancionarlos.
Conclusión
Supongo que a estas alturas podemos parar ya con la broma de Corea del Norte, pero sigamos metiéndonos con Hoppe. En serio, ¿por qué estas ideas llaman tanto la atención de tantos libertarios? Mi hipótesis principal es que mezcla dos elementos muy llamativos y típicos de muchos discursos populares:
Elemento apocalíptico: la democracia es un Dios fallido, Occidente está condenado por alejarse de sus raíces, etc. Esto además vende muy bien en la rama de los fanáticos religiosos.
Literatura para perezosos intelectuales: hay un patrón en los argumentos que hemos visto muy claro, nula conexión con la realidad empírica. Como dijo Escohotado, «la diferencia entre la realidad y la ficción es la cantidad de matices». Dices algo que suene razonable, ignoras completamente los contraargumentos y te niegas por principio a comprobar si lo que dices tiene una base empírica. Así cualquiera hace ciencia económica.
Dicho esto, yo creo que simplemente se aceptan estos argumentos acríticos porque se los quieren creer. El jinete y el elefante de Haidt, ya sabéis. Cuando llega a tu cerebro una información que nuestro “yo” más emotivo y visceral no quiere creer se pregunta “¿puedo creerlo?” y busca el primer argumento que lo confirme. Cuando no queremos aceptarlo la pregunta cambia, “¿debo creerlo?” y cualquier enunciado que incline la balanza hacia tu lado, por poco que sea, será suficiente.
Pero hay algo que me parece más significativo. El liberalismo es un grupo de tamaño medio, lo suficientemente pequeño como para estar rodeado de “adversarios” pero lo suficientemente grande como para estar separados y dispersos. A veces vale más ser dos e ir de la mano que ser cien y no verse, por lo que es común que se formen subcomunidades más pequeñas, con dos efectos inmediatos:
Radicalización: sois pocos, pero ellos son muchos. Te sientes atacado por todos lados, menos “allí”. El camino a tomar es obvio.
Ideas estandarte: como una religión (aunque como escribí aquí, estas cosas NO son religiones) buscarán un grupo de ideas lo suficientemente desconocidas como para que casi nadie más las comparta, y lo suficientemente absurdas como para ser sometido a escarnio público cuando las compartas.
Hay que admitir que es una estrategia brillante, ya que sirve para demostrar lealtad a la vez que alejas al pobre hombre del resto del mundo.
¿Tiene arraigo empírico esto que estoy diciendo? Mi experiencia en Twitter me dice que sí: dime con quién te juntas y te diré quién eres. Por supuesto, esto no prueba nada.
En fin, que no. Las “monarquías de propiedad privada” (también conocidas como dictaduras) no son el país de la piruleta.
“Pero Carlos, ¿no ves que un campesino medieval sólo pagaba un 6% de impuestos?” (falso). Lo siento, pero no quería despedirme sin comentar la molesta tendencia de comparar monarquías medievales con democracias actuales. Si hacemos la comparación justa, ¿dónde se dio la Revolución Comercial? En las Repúblicas Italianas. ¿Y la Industrial? En la monarquía con el sistema parlamentario más desarrollado. ¿Y no es EEUU del siglo XIX uno de los mayores referentes de los libertarios? ¿O la Suiza post-medieval?
Pero si queréis un análisis mucho más riguroso del tema podéis leer esto. Yo siempre he querido escribir este artículo pero lo dejaba para luego porque en verdad no tenía nada más que añadir:
Búsqueda rápida:
Y China, el mayor contraargumento, invierte en I+D para copiar al resto, no para empujar la frontera tecnológica
No soy muy fan de estos índices con tantas variables distintas agregadas, pero nos sirve para hacernos una idea
Por cierto, este es uno de los principales motivos que facilitaron que ocurriera la Gran Depresión. Ver, Selgin, The New Deal and Recovery, Part 5: The Banking Crisis. Os dejo un extracto de Tyler Cowen en Big Business:
Dicho esto, desde el punto de vista del consumidor, no es cierto que nos enfrentemos a monopolios escandalosos. Por ejemplo, el mayor banco estadounidense por depósitos minoristas, Bank of America, representa menos del 11% del mercado. O si hacemos la comparación por el valor de los activos, JPMorgan Chase es el número uno, con cerca del 14 por ciento del total. Estos ejemplos apenas se acercan al poder de monopolio. Hay formas de medir la concentración del mercado distintas de los depósitos minoristas y el valor de los activos, pero aun así Estados Unidos tiene un gran número de bancos en general, ya sea a nivel nacional o en mercados más locales y regionales. Donde yo vivo, en la zona de D.C./Virginia del Norte, por ejemplo, veo con frecuencia sucursales de BB&T, Capital One, SunTrust, PNC, Bank of America, Wells Fargo, Citibank, HSBC y otros30.
El temor actual a que los bancos sean demasiado grandes tiene un extraño linaje histórico. En la década de 1920, la opinión generalizada era que los bancos estadounidenses eran demasiado grandes, por lo que se aprobaron normativas que limitaban su tamaño, sobre todo restringiendo las sucursales interestatales. La Ley McFadden, aprobada en 1927, hizo que los bancos estadounidenses fueran mucho más pequeños. Sin embargo, cuando comenzó la Gran Depresión, un gran número de estos pequeños bancos quebraron, ya que no estaban suficientemente diversificados y tenían dificultades para reunir capital o protegerse de pérdidas repentinas. En Canadá también hubo una grave depresión, pero el sector bancario estaba mucho más concentrado, por lo que no se produjo ninguna quiebra bancaria. Y así, desde 1929 hasta la década de 1990, el estribillo dominante fue que los bancos estadounidenses eran demasiado pequeños y no estaban suficientemente concentrados (aunque en la posguerra se relajaron las restricciones a las sucursales interestatales). En la década de 1980, la afirmación común era que Estados Unidos debería tratar de imitar los sistemas de "banca universal" más concentrados de Alemania y Japón, que tenían bancos bastante grandes en relación con el PIB de esos países.
No se me malentienda. Las quiebras son necesarias para el correcto funcionamiento de la sociedad, y de hecho yo he sido el primero en criticar que el problema del sector bancario es que quiebra *demasiado poco. ¿Cómo se concilia esto con lo que acabo de decir en el texto principal? Estamos hablando de dos cosas distintas: cómo deberían ser las quiebras en el sistema actual VS cómo lo serían si no existieran las regulaciones que he mencionado.
En verdad es biólogo, psicólogo y economista, pero todas sus obras tratan de aplicar esos conocimientos a la antropología.
Entiendo que aquí se da una curva de Kuznets inversa. Tanto en un sistema muy fragmentado como en uno muy centralizado te vale con convencer a un gobernador, mientras que por el medio tienes más capas que transpasar.
De hecho Adam Smith escribe La riqueza de las naciones justamente contra los gobiernos (haciendo hincapié en su relación con los gobernantes). Para un análisis más serio leer M. Koyama & J. Rubin, How the world become rich? y S. Ogilvie, The European Guilds (este último no lo he leído entero pero sí lo he visto citar en trabajos de mucha calidad, el de Koyama y Rubin entre otros.)
Creo que la razón es que las personas somos propensas a criticar más a quien tenemos al lado.
Entonces, tienes una ideología que se basa en cuestionar al estado. Puedes criticar al estado que ves todo el tiempo o a tiranos lejanas.
Obviamente, vas a criticar al estado que te gobierna y vas a creer que sus enemigos son tus aliados naturales. Sin darte cuenta de que cualquier democracia occidental es un paraíso de libertades al lado de los regímenes totalitarios en el resto del mundo