Fundamentos éticos de la prohibición de las drogas
Ya no es que se razone mal, es que no se razona
En mis primeros post dejé bastante claro que mi objetivo no es sentar cátedra sobre ningún tema, pero sí poner el foco sobre temas en los que razonamos de forma especialmente sesgada. No descubro nada a nadie si digo que nuestro razonamiento, tal y como explica Jonathan Haidt, no suele ser más que una justificación rápida y de mal pagador de nuestras intuiciones morales. En un post reciente traté cómo estos sesgos aparecían al hablar de inmigración, en otro traté este tema más en abstracto (recomendable haberlo leído antes), hoy vamos a hablar de la guerra contra las drogas.
Pero antes dejemos claro de qué no vamos a hablar: ni de lo perjudiciales que son, ni de si la adicción anula la voluntad, ni sobre si el peligro está en el principio activo o las sustancias de corte barato, tampoco sobre los argumentos escohotadianos a favor del uso de las mismas o la típica defensa libertaria basada en principios deontológicos, menos de cómo de racional es la separación actual entre drogas legales e ilegales, ni sobre el coste fiscal de los drogadictos, de si el impacto neto de la guerra contra las drogas es positivo o negativo o si la prohibición reduce o no el consumo y las muertes, la corrupción en la guerra contra las drogas, del hecho de que la ejecución de estas leyes sea totalmente arbitraria, del apoyo de los narcos a las prohibiciones, etc.
Consecuencialista… ¿seguro?
La mayoría de prohibicionistas defienden (o eso dicen) que las drogas deben ser prohibidas por al menos uno de los siguientes motivos:
Causan un gran daño al que las toma, tanto físico como mental y social
Causan un gran daño a sus seres queridos
Causan un gran daño a la sociedad en general
Antes de meternos al lío:
Supongamos que Juan es un chaval de 18 años adicto a los videojuegos. Su adicción empezó como un refugio de su fracaso escolar. Cada vez fue abandonando más los estudios y aumentando sus horas de juego.
Tras unos años Juan tiene severos problemas físicos, se fatiga enseguida y le duelen las rodillas apenas tras subir unos escalones. Es un nini incapaz de enderezar su vida sin la disciplina necesaria para dejar su cuarto y empezar a repartir currículums y además ha cortado relación con sus viejas amistades y no se habla con sus padres. Nada parece indicar que vaya a mejorar.
Pregunta, ¿merece Juan ir a la cárcel? No es difícil imaginar una persona con unos síntomas similares a un drogadicto por jugar mucho a los videojuegos. Vale que es un número minúsculo de gente y un % mucho más pequeño en comparación con el de los usuarios de droga que terminan con tales síntomas, sin embargo nada de eso importa para los puntos discutidos antes. En efecto, estamos ante una persona que se ha hecho un gran daño a sí mismo, a su familia y “a la sociedad”. Aún así no creo que nadie piense que merece cárcel. Un pequeño sector de los lectores podrían pensar que sería legítimo llevarlo contra su voluntad a algún tipo de centro de rehabilitación y estoy seguro que la mayoría apoyaría que sus padres no pueden hacer nada más que dejar de mantenerlo y rezar porque algún día levante cabeza.
¿Razonamos igual con otros temas idénticos? El abanico es amplio, pero no siempre. Y no lo hacemos no porque la situación sea distinta, sino porque nuestros intereses son distintos. La razón no es un paladín de la verdad, es un abogado de nuestros sentimientos. Y uno sin escrúpulos, si se me permite añadir.
Antídoto contra los sesgos
La mejor forma de no caer en este tipo de sesgos es escribir de forma explícita cada una de las premisas que llevan a tu razonamiento. Un ejemplo sería:
1/ Las drogas son muy perjudiciales para quien las usa.
2/ El gobierno debe prohibir aquello que sea muy perjudicial para quien lo usa.
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C/ Luego el gobierno debe prohibir las drogas.
El siguiente paso es obvio, ¿son TODAS estas premisas verdaderas? No voy a discutir (1), pero (2) ya lo hemos hecho. Dado que (2) es una premisa controvertida no podemos dar su veracidad por evidente, así que se abren varios caminos: bien se puede tratar de deducir lógicamente a partir de otras premisas que sean autoevidentes (verdaderas más allá de toda duda razonable) y así demostramos deductivamente que es verdadera, bien tratamos de buscar contraejemplos para tener una demostración inductiva1. ¿Hay algún caso en el que el gobierno NO debería prohibir algo muy perjudicial para quien lo usa? Ayuda además sustituir “prohibir” por “mandar a la cárcel a quién lo usa”, como consejo.
Si el ejemplo anterior (el de Juan y los videojuegos) no os sirve y queréis algo más concreto para este caso particular he aquí una *muy breve lista: deportes de contacto físico como el rugby, deportes de riesgo, trabajos peligrosos, follar sin condón, pasear por Barcelona o casarse con una colombiana soltera con 3 hijos en su país. Ciertos trabajos -incluidos deportistas de riesgo- tienen esperanzas de vida significativamente menor que un drogadicto promedio, y ya no hablemos de gente que ha destrozado su vida por una colombiana… Si aún así no estáis convencidos os invito a algo: poned un número. Poned un número al daño que algo tiene que hacer para ser prohibido, algo concreto y fácilmente evaluable como “para prohibir X ésta debe matar a 15 de cada 1000 personas que lo toman de forma semanal durante 20 años”.
Para los siguientes argumentos, el daño a seres queridos y a la sociedad en general, el proceso es análogo. Muchas actividades dañan a tus seres queridos y no por ello mandamos a alguien a la cárcel por tener una mujer de una religión, raza o sexo que no aprecien; o por pelearte con tu familia por una herencia, o simplemente ser gilipollas. Hay mucha gente en este mundo que por desgracia no se habla con nadie, ellos se merecen toda nuestra compasión, no un viaje sólo de idea al penal más cercano. Lo de “la sociedad” es más risible aún: el argumento es que un drogadicto deja de trabajar y quizás hasta necesita alguna ayuda. En casos similares ya he resaltado que basta con no darles una ayuda pública (aunque los drogadictos pueden ser grandes alivios fiscales2), y desde luego uno puede decidir no trabajar y ganarse la vida de ermitaño con una huerta de autoconsumo, que nadie pensará que “no aportar nada a la sociedad” merece castigo. Sospecho que una parte importante del rechazo (visceral) está en ver a los drogadictos en sitios públicos, pero de nuevo, existen una gran cantidad de actividades legítimas en la intimidad que no pueden realizarse en sitios públicos, y de hacerse la pena no suele ser de varios años en cárcel (rara vez pasa la multa o amonestación).
Sé que el argumento a favor de la guerra contra las drogas que he dado es un hombre de paja -aunque genuinamente creo que es el que la mayoría de sus defensores utilizan- y que defensas más avanzadas se valen de conjunciones y condicionales para acotar el rango de actuación -aún así creo que fallan, pero ese ya es otro tema-. De cualquier forma al mismo escrutinio se someten los argumentos más complejos, quizás en un futuro post los tratemos.
Conclusión
La respuesta que más me he encontrado cuando he expresado razonamientos similares es “eso es una reducción al absurdo”. Dejando de lado que la reducción al absurdo es una forma de hacer demostraciones en matemáticas perfectamente válida y aún más útil, soy muy flexible y bastante poco autista. Bueno, uno diría que tratar los problemas morales como inferencias lógicas es bastante autista y quizás tenga un punto de razón pero yo no tengo la culpa de que a la lógica aristotélica no le importen tus emociones.
En general aceptaría la crítica de autista si dijera algo así como “dices que deben prohibirse las actividades que te causen mucho daño pero no quieres prohibir caminar por la calle, aún con la probabilidad no nula de morir por un macetazo en la cabeza”. Creo, por el contrario, ser bastante generoso a la hora de pedir contraejemplos, sin llegar a la hipérbole más allá de la necesaria para armar algo de comedia (me refiero a lo de Barcelona, no a lo de la colombiana). También quiero dejar claro una vez más que esto no es una defensa de la legalización de las drogas. Eso lo defiendo pero por motivos bastante más desarrollados y no sólo deontológicos. Aquí tenéis por cierto un muy buen trabajo de Huemer del que he sacado algo de inspiración para este post.
Si queréis argumentar algo sólo pido una cosa: que lo argumentéis. Y argumentar es y sólo es dar al menos dos premisas con cierta presunción de veracidad y una breve explicación de por qué partiendo de esas premisas se llega a una conclusión. Muchas veces las premisas se sobreentienden, pero si es un tema en el que hay debate ser explícito nunca está de más. Si lo que os interesa es estar más cerca de la verdad y no ganar debates a preadolescentes por internet creedme que es un consejo que agradeceréis.
Toda demostración inductiva va a estar sujeta a incertidumbre a la hora de probar algo. Podría argumentarse que la deductiva también porque está sujeta a la veracidad empírica de sus axiomas y el conocimiento sobre esta puede ser parcial, de cualquier forma y más allá de movidas de teoría del conocimiento lo que los razonamientos inductivos nos permiten es descartar una teoría buscando un mero contraejemplo.
La idea intuitiva es que al morir antes el Estado se ahorra una fortuna en tratamiento médico. Como no es el punto principal del blog conformaos con este estudio con el tabaco:
https://www.nber.org/papers/w29885
Bien pensado como siempre (también me gustó mucho tu artículo anterior).
1/ Pregunta, ¿merece Juan una sanción penal?
Depende. Esto es un ejemplo de pregunta que no se responde desde el sofá, sino desde la praxis judicial.
-No se puede descartar que sea una forma de maltrato y acoso contra terceros (por ejemplo, familiares) si lo hace a sabiendas y con ese propósito.
-De todos modos existiría una solución previa con uso de la fuerza legítima, la inhabilitación judicial, una institución perfectamente compatible con el liberalismo.
-Los prohibicionistas más sofisticados no se centran en la demanda sino en la oferta. ¿ Tienen la misma equivalencia moral las acciones del oferente y del demandante? Se puede discutir. Se me ocurren al menos un par de ejemplos donde no hay equivalencia moral. En un futuro seguramente hables de alguno de los temas en los que estoy pensando.
Por cierto, los videojuegos son un claro ejemplo de estímulo supernormal. Me apuesto toda la pensión de mis padres a que es una de las causas que explican que el ejército actual de solteros no esté provocando niveles de violencia similares a los 70 y 80. Pero claro, hay un lado oscuro, los videojuegos también explican la impresionante renuncia de los hombres a la vida laboral y familiar. Para las mujeres, sustituye videojuegos por mascotas.
La diversidad y abaratamiento del ocio son la ruina de una sociedad.
2/ Pregunta. ¿Prohibirías los deportes de contacto o follar sin condón?
Depende del nivel de riesgo e información incorporado.
En el boxeo hay reglas (determinados golpes están prohibidos), hay un árbitro, un equipo que te informa si quieres o no continuar etc. En el caso de follar sin condón también sería legítimo denunciar a la persona que te transmitió una enfermedad venérea si no informó de ese hecho o si lo hizo con mala fe. Son requisitos implícitos en toda asociación. Cuando entras a un restaurante ya asumes que no te pueden servir comida en mal estado.
Esto que comento se debería aplicar a un mercado legalizado de (todas) las drogas. ¿Comprar drogas equivale a comprar un par de calcetines o, en efecto, genera una cantidad de perjuicios impresionante que hay que tratar de minimizar?
En mi opinión, la regulación debería combinar la libertad personal, la seguridad pública y la salud pública. Para ello, este mercado se articularía mediante dos niveles de regulación.
El primero es el libertario y sería común a todas las comunidades políticas: edad mínima de consumo legal, inhabilitación judicial en casos extremos, prohibición de su consumo en las zonas comunes y en la propiedad privada individual si así lo dicen sus dueños (también se puede plantear si su consumo debería estar prohibido por defecto en vías de comunicación por el alto riesgo de perjudicar a terceros inocentes), posibilidad de que su consumo deje de ser un atenuante de otros delitos etc.
El segundo es el paternalista, dependería en mayor medida de cada comunidad y estaría sometido a constante revisión: sistema de autorización de puntos de venta, restricciones a la publicidad, exigencia de recetas para su consumo o racionamiento de dosis para personas con un historial de abuso de sustancias o con problemas psiquiátricos etc.
3/ Los libertarios tienen todas las de perder cuando recurren a argumentos consecuencialistas para legalizar las drogas. No es una buena apuesta.
-¿Crisis de los opiáceos? Su origen es la prescripción legal de analgésicos opiáceos.
-¿ Legalización a través de un sistema de licencias el tráfico de marihuana en Colorado? Su mercado negro es más grande que nunca, el número de consumidores de uso abusivo es más grande que nunca, la potencia de la marihuana es más grande que nunca. Vamos que los libertarios no acertaron ni una xD.
https://www.nationalreview.com/2021/08/libertarians-were-wrong-about-marijuana-legalization/a.
-La Lady Machetes viciada a de The Crown defiende el vino pero critica la marihuana. ¡Pero no se da cuenta de que el alcohol es más peligroso! Este argumento consecuencialista liberal no tiene demasiado recorrido, dejando a un lado las propiedades organolépticas de las bebidas alcohólicas y que se ha lidiado con su consumo durante milenios (nota: la cultura católica lidia mucho mejor este problema que la protestante), los libertarios están asumiendo que las drogas son productos reemplazables entre sí. Voy a poner una analogía: cuando comenzó la pandemia muchos de los “ ejpertos” afirmaron que no había nada de qué preocuparse porque era similar a una gripe o incluso menos letal. Y yo me preguntaba, aunque esto fuera cierto, ¿de verdad es positivo que suframos otra epidemia anual adicional de gripe? Espero que se entienda mi punto.
Con esto no estoy diciendo que esté en contra de la legalización de las drogas. Estoy a favor. Pero muchos de los argumentos liberales son débiles desde esa perspectiva, de hecho, lo ideal sería un marco que combinase los argumentos consecuencialistas prohibicionistas y los argumentos deontológicos abolicionistas. en la línea que he mencionado antes.
4/ Hay que tener cuidado con aferrarse al principio “Fiat iustitia et pereat mundus”. Cuando el mundo se muere, las reglas de justicia cambian. Determinadas conductas pueden terminar por socavar los principios que las habilitaron. Hola Chesterton.